GENEALOGÍA BERMÚDEZ DE CASTRO
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¿QUIÉN IMPULSÓ EL MOVIMIENTO IRMANDIÑO?

 

 

         Entre los que impulsaron el movimiento Irmandiño debemos citar, en primer lugar, al Rey Enrique IV: desde 1465 se produjeron frecuentes viajes a Castilla para conseguir el apoyo del Rey. Los representantes reales (que así se llamaban) regresaban con provisiones reales por las que se ordenaba que se agrupara toda la gente y se asociara. Una vez reunida, se elegían Alcaldes y Cuadrilleros y se imponía una pequeña contribución para cubrir los gastos de la Hermandad (1).    Cada Cuadrillero tenía unos cien hombres a sus órdenes que, a su vez, obedecían a los Alcaldes (2).

 

         Los Irmandiños tenían en su propiedad, además, la Carta de Hermandad, aprobada por el Rey, en la que se permitía el derribo de fortalezas cuando en ellas se hallara algún malhechor y sus dueños se negaran a entregarlo (3). Las extralimitaciones lógicas de cualquier levantamiento popular pudieron considerar a los Grandes Señores como malhechores y el derribo de fortalezas se convirtió en algo sistemático.

 

         Existen numerosos textos de los años posteriores al levantamiento en los que se reconoce que el propio Rey Enrique IV ordenó el asalto y derribo de las fortalezas (4):

 

- … e a la sazón hermandade de agora ocho o nueve años en estos nuestros reinos e Señoríos se levantaron e derribaron muchas fortalezas del mismo Reyno de Galicia vos, el mismo Conde de Monterrey, por mandato del dicho Rey don Enrique, les entregaste la dicha fortaleza, la cual a ellos entregada, la derribaron… (Privilegio de 1496 por el que los Reyes Católicos ceden el castillo de Caldelas a Sancho Sánchez de Ulloa);

 

- … sy aquella torre foi derribada que la derribaron por mandato del Rey D. Enrique de gloria memoria… e que después que la dicha torre foi derribada, vino carta e provisión de sus altezas en que mandaron que aquellas casas que en aquel tiempo fueron derribadas, de donde los dichos robos e dagnos se facían, no pudiesen ser pedidas ni demandadas en manera alguna. (Respuesta del concejo de Santiago a la demanda del Deán Diego de Muros por haber destruido la torre y edificios adyacentes).

 

- … que oía que al tiempo de la dicha Hermandad andaba e que derrocaba las fortalezas, lo que hacían era en boz e nombre del Rey D. Enrique… que el mandara levantar dichas gentes comunes de sus reinos en la dicha Santa Hermandad contra los dichos caballeros. (Testigo del pleito Tabera-Fonseca. 1526).

 

         Por todo ello, parece demostrado que Enrique IV, no sólo impulsó la creación de las Hermandades en Galicia, sino que respaldó sus actuaciones (al menos así lo creyeron los propios Irmandiños).

 

         Una vez analizada la postura del Rey ante el levantamiento, veamos ahora la de la nobleza.

 

          Tradicionalmente, la Rebelión Irmandiña se ha tenido como una lucha de clases, un levantamiento antisistema, antiseñorial o antinobiliario. Sin embargo, teniendo en cuenta los nombres de los que dirigieron el levantamiento (Pedro Osorio, Alonso de Lanzós y Diego de Lemos) y los que quedaron en Galicia tras su victoria (Lope Sánchez de Moscoso, Gómez Pérez das Mariñas, Suero Gómez de Sotomayor, la Condesa de Ribadavia…) más parece que el levantamiento no iba contra la nobleza en general sino contra unos Señores muy determinados: Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga), el Arzobispo Fonseca, Álvar Páez de Sotomayor, el Conde de Benavente, Diego de Andrade, Sancho de Ulloa, el Mariscal Pardo de Cela y el Conde de Lemos. Es posible que nos olvidemos de algún nombre, pero no serían muchos más.

 

         Isabel Beceiro insiste en diferenciar la Alta Nobleza de la Baja para afirmar que los primeros eran el blanco del ataque de los Irmandiños levantados mientras que los segundos mantenían fricciones con las capas más altas de la sociedad y la situación de muchos de ellos se acercaba más a la de los campesinos (5).

 

         Sin embargo, los hijos del Conde de Trastámara, el de Altamira, la Condesa de Ribadavia… no pertenecían, precisamente, a la baja nobleza.

 

         Eduardo Pardo de Guevara encuentra una explicación para el trato de favor dispensado a algunos de esos Grandes Señores: Lope Sánchez de Moscoso, Gómez Pérez das Mariñas, la Condesa de Ribadaviaeran adictos al Rey Enrique IV (4).

 

         Además, otros Grandes Señores colaboraron activamente con los Irmandiños: según uno de sus escuderos, Álvaro Pérez Osorio (hijo del Conde de Trastámara) favorecía la Hermandad contra el Conde de Lemos (6).

 

         Con todo ello podemos concluir que la Rebelión Irmandiña no iba contra la nobleza sino contra determinados nobles. Las razones para ir contra ellos podrían ser por las luchas dinásticas o para hacerles pagar los rrobos que abían fecho de las fortalezas a la gente común (7). Algunos tendrían esos motivos u otros diferentes. No nos corresponde a nosotros juzgarlo.

 

         ¿Y el clero? El Arzobisco Fonseca era uno de los objetivos de los Irmandiños y se vio obligado a huir. Los sublevados atacaron los castillos de los obispados ya que tenían la misma función que las fortalezas de los laicos, pero no atacaron las instituciones eclesiásticas y los actos y cultos religiosos siguieron celebrándose normalmente (8).

 

         El cabildo de Santiago contribuyó económicamente con las Hermandades y muchos eclesiásticos se integraron en ellos: el canónigo Pedro Méndez Formina, por ejemplo, fue Alcalde de la Hermandad de Lugo (8).

 

         Además del Rey Enrique IV, una parte importante de la nobleza y el clero, los Concejos Municipales también apoyaron a las Hermandades: muchos regidores, bachilleres y otros cargos fueron elegidos Alcaldes y jefes locales.

 

         Muchos artesanos y trabajadores agremiados se distinguieron, también, en la organización del levantamiento: en Pontevedra, por ejemplo, entre los cargos directivos (diputados y cuadrilleros) estaban pescadores, barberos, zapateros… (9).

 

         Pero, sin duda, el grupo más numeroso de Irmandiños era el de los campesinos que intentaban librarse de la jurisdicción señorial y de pagar determinadas rentas (10). Sin embargo, aunque fueran los más activos y más numerosos, no fueron, desde luego, ni los que idearon el levantamiento ni los que lo dirigieron.

 

Datos de:

 

1.- Véase BECEIRO PITA, Isabel. La Rebelión Irmandiña. Akal Editor. 1977. Página 123. También PARDO DE GUEVARA, Eduardo: El Mariscal Pardo de Cela. Editorial Alvarellos. Lugo, 1981. Páginas 73 y 74.

 

2.- BECEIRO PITA, Isabel. La Rebelión Irmandiña. Akal Editor. 1977. Página 124. También PARDO DE GUEVARA, Eduardo: El Mariscal Pardo de Cela. Editorial Alvarellos. Lugo, 1981. Página 76.

 

3.- BECEIRO PITA, Isabel. La Rebelión Irmandiña. Akal Editor. 1977. Página 100. También PARDO DE GUEVARA, Eduardo: El Mariscal Pardo de Cela. Editorial Alvarellos. Lugo, 1981. Página 86.

 

4.- PARDO DE GUEVARA, Eduardo: El Mariscal Pardo de Cela. Editorial Alvarellos. Lugo, 1981. Páginas 88 y 89.

 

5.- BECEIRO PITA, Isabel. La Rebelión Irmandiña. Akal Editor. 1977. Páginas 125 y 126.

 

6.- PARDO DE GUEVARA, Eduardo: El Mariscal Pardo de Cela. Editorial Alvarellos. Lugo, 1981. Página 87.

 

7.- BECEIRO PITA, Isabel. La Rebelión Irmandiña. Akal Editor. 1977. Página 140.

 

8.- Ídem páginas 130 y 131.

 

9.- Ídem página 133.

 

10.- Ídem páginas 134-136.