GENEALOGÍA BERMÚDEZ DE CASTRO
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FERNÁN RUIZ DE CASTRO Y EL FRATRICIDIO DE MONTIEL.

 

            Tras la muerte de Alfonso XI (1350) le sucedió su hijo legítimo, Pedro I. Sin embargo, el monarca fallecido dejó otros hijos bastardos de Leonor de Guzmán:

             - Enrique, que disputaría el trono con su medio hermano;

            - Fadrique, gemelo de Enrique;

            - Juana Alfonso de Castilla, que casó, en 1354, con Fernán Ruiz de Castro, hijo y sucesor de Pedro Fernández.

             En los primeros años de su reinado, Pedro I repartió los principales cargos:

             - a su hermano bastardo, Enrique, le concedió el título de Conde de Trastámara;

           - a su otro hermano bastardo, Fadrique, que era señor de Haro y Maestre de la Orden de Santiago, le concedió el cargo de Adelantado Mayor de la Frontera;

            - a Fernán Ruiz de Castro, que ya era Pertiguero Mayor de Santiago con Alfonso XI (desde 1345) le favoreció con los cargos de Mayordomo Mayor del Rey y Alférez Mayor (1351 y 1352).

             El escenario se complicó con los enlaces matrimoniales: además del polémico matrimonio entre Juana Alfonso de Castilla y Fernán Ruiz de Castro (que se produjo a pesar de la oposición del Rey) habría que añadir los fallidos matrimonios de Pedro I: primero con Blanca de Borbón, con la que se negó a cohabitar y que fue declarado nulo (el casamiento que el Rey ficiera con doña Blanca de Borbón era ninguno, según la Crónica del rey don Pedro); poco después, posiblemente para acallar los rumores de dejar el trono sin legítimo sucesor, Pedro I casó con Juana de Castro, hermana de Fernán Ruiz de Castro, a la que también abandonó al día siguiente del enlace. El motivo del repudio pudo ser la sospecha, por parte del Rey, de una conjura urdida por los hermanos bastardos de los Castro: Álvar Pérez de Castro, I Condestable de Portugal, e Inés de Castro, que pretendían ofrecer la corona de Castilla al Infante de Portugal. (Inés y Álvar Pérez eran hijos ilegítimos de Pedro Fernández de Castro, que los tuvo en Aldonza Lorenzo de Valladares, hija del tutor que se encargó de Pedro durante su estancia en Portugal).

             Estos enrevesados conflictos matrimoniales entre los Castro y Pedro I y su entorno, generaron una pequeña discrepancia entre Fernán Ruiz y el monarca que fue aprovechado por Enrique de Trastámara para reclutar al de Castro para su causa: en agosto de 1354 secuestraron a Pedro I en la villa de Toro y se reunieron en Cuenca de Tamariz los magnates más importantes de Castilla y Galicia (el de Castro, Fernán Yáñez de Sotomayor, Sancho Sánchez de Moscoso…).

             El acuerdo tardó tanto en llegar que los allegados de Pedro I lograron rescatarlo y los sublevados acabaron disolviéndose: en 1355 Fernán Ruiz de Castro volvió a Galicia donde setíase noble y señor, mientras en las murallas de Toro comenzaba a sentirse traidor (según GARCÍA DE ORO, J. Señorío y Nobleza. Véase PARDO DE GUEVARA, Eduardo: Los Señores de Galicia. Fundación Pedro Barrié de la Maza. La Coruña, 2000. Pág. 168).

             Desde ese momento, la lealtad de Fernán Ruiz fue total a Pedro I. Por su parte, Enrique de Trastámara convirtió su causa en la de la nobleza y aglutinó junto a él a todos los desencantados de la monarquía.

            Pedro I ordenó la ejecución de su medio hermano pero éste huyó a Inglaterra con ayuda de Fernán Pérez de Andrade. Enrique consiguió el apoyo del Rey de Francia y el de Aragón. Precisamente a la frontera aragonesa fue enviado el de Castro, en 1359), con quinientos hombres de a caballo a enfrentarse a los sublevados. La derrota de los legitimistas fue muy importante y fallecieron muchos de sus dirigentes, pero Fernán Ruiz de Castro escapó del campo de batalla a uña de caballo (según la Crónica del rey don Pedro, Año X, Cap. XXII, 499. Véase PARDO DE GUEVARA, Eduardo: Los Señores de Galicia. Fundación Pedro Barrié de la Maza. La Coruña, 2000. Pág. 171)

             En 1366 Enrique de Trastámara entró en Castilla obligando a Pedro I a refugiarse en Galicia bajo la protección de uno de los pocos caballeros leales que le quedaban: Fernán Ruiz de Castro. Allí se decidió que la única salida para el monarca era ir a Gascuña para negociar el apoyo de los ingleses.

             Antes de partir, el de Castro, fue agraciado con el condado de Trastámara, Lemos y Sarria y las fortalezas del obispado de Santiago (tras el fallecimiento del arzobispo, que murió asesinado). Además, Fernán Ruiz de Castro estaba facultado para perdonar a cualquier individuo por cualquier maleficio que ayan fechos en cualquier manera (según el privilegio Real recogido por FERNÁNDEZ ALONSO, B. El pontificado gallego, Orense, 1897, 304. Véase PARDO DE GUEVARA, Eduardo: Los Señores de Galicia. Fundación Pedro Barrié de la Maza. La Coruña, 2000. Pág. 176).

             Tras la partida de Pedro I desde La Coruña, Enrique aprovechó para proclamarse Rey en Burgos y fue aproximándose a Galicia para doblegar Fernán, que le esperaba en Lugo. Las tropas enriqueñas cercaron la ciudad durante dos meses tras los cuales llegaron noticias de que el príncipe de Gales venía acompañando a Pedro I por lo que Enrique de Trastámara se retiró prudentemente, no sin antes conseguir el compromiso de someter Galicia si en cinco meses no volvía Pedro I.

             A comienzos de 1367 volvió Pedro I con la prometida ayuda inglesa (Compañías Blancas) y Fernán Ruiz acudió a su encuentro. Unieron sus fuerzas y vencieron en abril de ese mismo año en Nájera a las tropas enriqueñas tomando dos mil rehenes. Allí, Pedro I, fiel a su fama de cruel, tomó una de las decisiones que le alejaron de sus aliados: insistió en ejecutar a los rehenes pese a la oposición de los ingleses que proponían negociar un posible rescate.

             Desde ese momento, los apoyos se fueron reduciendo hasta que apenas contaba con el de Castro y el nuevo arzobispo de Santiago, Rodrigo de Moscoso.

             Al final, en 1369, Pedro I murió asesinado a manos de su propio hermano.

             Tras la muerte del Rey, Fernán Ruiz de Castro continuó su propia causa ayudado por su hermano bastardo, Álvar Pérez de castro. Comenzaron por controlar las ciudades más importantes: Tuy, Lugo, Santiago (1370) y La Coruña (1371).

            Enrique II, ya Rey, puso de su parte a Pedro Ruiz Sarmiento, Adelantado Mayor de Galicia, y conquistaron Castro-Caldelas, y se encaminaron hacia Lugo, donde vencieron a los partidarios de Fernán Ruiz, que tuvo que retirarse a Portugal. Mantuvieron la ciudad de Tuy y desde allí siguieron atacando a los enriqueños hasta 1373, año en que el Rey de Portugal se comprometió a expulsarlo. El de Castro tuvo que huir muriendo dos años después en el exilio.

             La victoria de Enrique de Trastámara supuso la victoria de la nueva nobleza gallega. El nuevo monarca se encargó de encumbrar a los que habían estado a su lado y desplazó a sus opositores.

 

Datos de: PARDO DE GUEVARA, Eduardo: Los Señores de Galicia. Fundación Pedro Barrié de la Maza. La Coruña, 2000. Pág. 162-184.